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Alertan sobre las graves consecuencias que implica demorar el tratamiento y la ausencia de educación alimentaria. Destacan la importancia de la prevención desde el momento de la concepción.

En la actualidad, los especialistas en el tratamiento de la obesidad destacan la importancia de hablar de la “adiposopatía”, ya que la distribución de la grasa corporal y los mediadores inflamatorios que libera el adipocito son los generadores de enfermedades como diabetes tipo 2. “Así, se sabe que por cada 0.1 unidad que aumenta el Índice Cintura Cadera (ICC), se incrementa un 20% el riesgo de padecer enfermedad cardiovascular”, detalla la doctora Sandra Andino, médica clínica obesóloga, miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad (SACO), con la idea de graficar la importancia de no demorar el inicio del tratamiento de la obesidad.
El ICC se obtiene al dividir el perímetro de la cintura por el perímetro de la cadera (en centímetros) y es, por tanto, utilizado para evaluar el riesgo que una persona tiene de desarrollar una enfermedad cardiovascular. Cuanto mayor es la concentración de grasa abdominal, mayor es el riesgo de padecer problemas como colesterol alto, diabetes, presión alta o aterosclerosis.
La especialista hace hincapié en que la obesidad es una enfermedad compleja, en cuya etiología se entrelazan factores genéticos, ambientales y sociales. En ese sentido, Andino remarca que la prevención de esta enfermedad debe empezar desde el momento de la concepción. “Estamos viendo que la obesidad en el ser vivo comienza en el vientre materno porque hay factores genéticos hereditarios, pero también factores hormonales que se van a gestar durante el embarazo”, señala, para luego añadir: “Madres con insulinorresistencia, obesidad y diabetes, tienen mayor riesgo de tener hijos que serán adolescentes y adultos obesos”.
Y por este motivo, la especialista hace hincapié en que las tareas de prevención deben ir más allá del control de un niño sano. “Hay que hacer un control de un embarazo sano y saludable”, subraya.
Entre los aspectos que influirán en la salud de los niños a futuro, Andino menciona también la lactancia materna. “Muchas madres por cuestiones laborales o por elección abandonan la lactancia de manera temprana, pero se aconseja que la madre amamante como mínimo un año para disminuir las chances de que el niño padezca obesidad en su adultez. Hoy se sabe que este es otro condicionante”, detalla.

NIÑOS Y PSICOFÁRMACOS
Por otro lado, la experta se refiere al modo en que el contexto de los últimos años ha influido en el aumento de la obesidad entre niños y adolescentes. “A partir de la pandemia de covid, el encierro contribuyó a un aumento de casos nuevos de niños con trastornos del desarrollo, hiperactividad y autismo. La mayoría de ellos están medicados con psicofármacos (como risperidona, quetiapina, olanzapina) o con anticonvulsivantes y muchos de estos medicamentos producen obesidad secundaria”, advierte Andino.
Asimismo, apunta al entorno obesógeno que predomina en la actualidad, donde se fomenta un “factor emocional compulsivo mediante la publicidad y la proliferación de locales de comida rápida, alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas”.
En la misma línea, reconoce en la sociedad actual la existencia de mayores problemas de inserción social, laboral, escolar y una alta tasa de bullying, todas ellas “situaciones que conducen a una alta tasa de picoteo y de transgresión de la dieta y depresión”, según enfatiza la médica clínica, quien además menciona el insomnio como otro de los factores condicionante para la obesidad en niños y adultos.

¿QUÉ COMER?
De acuerdo con los datos de la última encuesta de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), en la Argentina hay más de un 40% de niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad. “La prevalencia es alta”, remarca Andino.
Respecto de cómo debería encararse la alimentación de niños y adultos a fin de reducir los índices de obesidad y sobrepeso, la especialista explica que ya “no se habla de dietas restrictivas, sino de dietas saludables”.
En cuanto a las características de una dieta considerada saludable y completa, puntualiza que ésta debe estar compuesta por 30% de grasa, 20% de proteína y 50% de hidratos de carbono.

IMC VS. PERÍMETRO DE CINTURA
El tratamiento de la obesidad debe iniciarse de manera temprana, en cuanto es diagnosticada la enfermedad. Si bien se encuentra extendido el uso del índice de masa corporal (IMC) como fórmula para identificar los distintos niveles de
obesidad, Andino aclara que el IMC, que es un número que se obtiene a partir de dividir el peso en kilogramos por la estatura en metros cuadrados, “no sirve para evaluar la gravedad de la obesidad”.
“La grasa que produce enfermedad es la grasa centrípeta, que es la que se mete en el hígado, dando lugar al hígado graso; en el riñón, dando enfermedad cardiorrenal, en el páncreas… Es por eso que a los niños, se les debe medir el perímetro de cintura. Si tiene más de 88 centímetros en la nena y de 102 en el varón, se trata de una obesidad grave, que requiere tratamiento”, argumenta la especialista, quien añade que en los adultos también se debe medir el perímetro abdominal con el objeto de detectar el síndrome metabólico.

TRATAMIENTO
Andino indica que el ejercicio físico de resistencia o fuerza debe ser un pilar fundamental del tratamiento de la obesidad en niños y adolescentes. “Este tipo de ejercicios disminuye la inflamación del músculo -que se inflama por la obesidad denominada sarcopénica-. Conviene realizar muchas repeticiones en el tiempo, más que muchos ejercicios, por ejemplo, un ejercicio de levantar y bajar una pesita de medio kilo varias veces, en vez de correr o andar en bicicleta”.
También se refiere a la farmacología disponible en la actualidad como otro de los aliados del tratamiento, junto al apoyo cognitivo conductual a través de psicólogos. “En la farmacoterapia, el uso de agonistas del receptor del GLP-1 –
como liraglutida y semaglutida- disminuye la obesidad por reducción del apetito y de la inflamación de riñón, corazón, hígado, páncreas y músculo. Esto permite disminuir la mortalidad por insuficiencia cardio renal y la prevalencia de hígado graso y diabetes”, enfatiza Andino.
“Con el objetivo de lograr cambios de comportamiento, la familia tiene que participar en la terapia conductual, ya que es el principal efector del tratamiento”, resalta la médica.
Para los casos de obesidad más severa, Andino recuerda que el consenso intersocietario elaborado por la SACO junto a otras seis sociedades científicas establece los criterios a tener en cuenta para considerar la cirugía bariátrica
como alternativa terapéutica en la adolescencia.

PREVENCIÓN Y EDUCACIÓN
Consultada sobre las acciones que deberían promoverse con el objetivo de prevenir y detectar tempranamente la obesidad y el sobrepeso, la profesional miembro de la SACO expresa que en primer lugar es necesaria la educación médica sobre esta enfermedad en todas las especialidades, lo cual facilita la derivación oportuna del paciente. Asimismo, señala la importancia de trabajar en el contexto escolar para fomentar elecciones saludables, por ejemplo, en el kiosco o el comedor. E insiste en la necesidad de incluir a todo el grupo familiar en el abordaje de esta compleja enfermedad.
Por su parte, la magíster en Nutrición Laura Fantelli Pateiro, miembro de la comisión directiva de la SACO, resalta el rol fundamental de la educación alimentaria a la hora de mejorar los hábitos.
“Enseñar sobre alimentación y nutrición no es una tarea fácil y aún queda mucho trabajo por hacer, ya que la población argentina carece de conocimientos sobre cómo alimentarse adecuadamente”, advierte la nutricionista, quien explica que se trata de “un campo complejo, influenciado por el entorno, la industria alimentaria, factores económicos y tecnológicos, entre otros”.
En esa línea, hace hincapié en la necesidad de recibir información de profesionales actualizados y especializados en la materia como factor “esencial para evitar el intrusismo de coaches, influencers u otras personas no especializadas, que perpetúan y agravan el problema al promover una alimentación restrictiva”.
En cuanto al etiquetado de los alimentos, Fantelli Pateiro sostiene que es una herramienta educativa más clara que la pirámide alimentaria u otros métodos educativos, que ayudan a muchas personas a comprender algunas características de la composición de los alimentos, a identificar alimentos saludables y no saludables. “Sin embargo, considero que los octógonos negros aún no son lo suficientemente claros para transmitir los objetivos planteados inicialmente, por lo que muchas veces terminan por generar más incertidumbre que certeza en cuanto a la calidad nutricional de algunos alimentos”, admite.
Por eso, insiste en que es necesario “mejorar la regulación de las etiquetas, las políticas educativas, la publicidad y su impacto en la salud de niños y adultos”.
Respecto de la influencia de la realidad socioeconómica, Fantelli Pateiro expresa: “Claramente la economía de un país afecta la elección de alimentos de la canasta familiar. Como nutricionista, sigo recomendando evitar alimentos ultraprocesados de alto costo y preferir una alimentación saludable y casera, aprovechando los mejores precios según la estacionalidad. Por ejemplo, volver a preparar sopa casera, guisos de carne con vegetales y arroz, o tortillas como se hacía antes”.

Por último, y a modo de resumen, recuerda ocho factores indispensables que ayudan a combatir la obesidad:
1. Evitar el sedentarismo,
2. Adoptar hábitos alimentarios más saludables, como incluir verduras y
frutas a diario (5 porciones diarias),
3. Asegurar un mínimo de 6 a 7 horas de descanso,
4. Reducir el estrés,
5. Considerar tratamientos combinados que incluyan un plan nutricional,
farmacológico y psicoterapéutico,
6. Realizar ejercicio físico regularmente
7. En casos más severos, considerar la cirugía bariátrica y metabólica.
8. Además, es importante vivir en un entorno que fomente un estilo de vida
saludable, ya sea en el trabajo o en el hogar.